" Lo  único que puede faltar en cualquier situación es lo que tú no has dado."

Las relaciones tienen sentido porque son oportunidades de expandir nuestro corazón y de llegar a amar más profundamente. El Espíritu Santo es el mediador de los milagros, una guía para vernos a nosotros mismos de una manera  diferente en relación con otras personas. Observo cómo mi bebé expande su amor hacia todos los seres que encuentra. Todavía no ha aprendido que hay gente peligrosa. Nada se interpone entre su natural impulso amoroso y su expresión del amor. Sonríe con la ternura de sus verdaderos sentimientos. Un día tendré que enseñarle que no toda expresión de amor es apropiada. Pero cerrar la puerta no es lo mismo que cerrar el corazón. El reto más grande de mi condición de madre será ayudarle a mantener el corazón abierto mientras vive en un mundo que inspira tanto miedo.
En realidad, no podemos dar a nuestro hijos lo que nosotros mismos no tenemos. En ese sentido, el mayor regalo que  puedo hacer a mi hija es seguir trabajando en  mí misma. Los niños aprenden más por medio de la imitación  que de ninguna otra forma. Nuestra mayor oportunidad de influir positivamente en la vida de otra persona es aceptar en la nuestra el amor de Dios.
Uno de los principios básicos de los milagros en las relaciones es que debemos mirarnos a nosotros mismos - nuestras propias lecciones, nuestros pensamientos y nuestro comportamiento - para encontrar la paz con otra persona. "La única responsabilidad del obrador de milagros es aceptar la Expiación para sí mismo ". El ego nos tentará siempre a pensar que el fracaso de una relación tiene que ver con lo que  "el otro" hizo mal, con lo que  "el otro" no ve o con lo que "el otro"  necesita aprender. Pero el foco debe  seguir estando en  nosotros mismo. La falta de amor de los demás nos afecta sólo en la medida en que los juzgamos en función de ella. De otro modo somos invulnerables al ego, como tiene que serlo el Hijo de Dios.
A veces la gente me dice:
-Pero, Marianne, yo creo que el noventa por ciento del problema proviene de "su" comportamiento.
-Muy bien-les respondo-. Entonces tenemos un diez por ciento para investigar y aprender.
Ese diez por ciento que es "tu" parte es lo que necesitas mirar, y de donde puedes aprender. Es lo quqe te llevarás contigo cuando empieces a actuar en el próximo guión. El ego lo sabe, y por eso procura poner el foco en la otra persona. El propósito del ego es llevarnos continuamente a la autodestrucción sin que sepamos lo que estamos haciendo. Ya es bastante  difícil, depurar tu propio comportamiento; el empeño en depurar el del otro no es más que una treta del ego para disuadirte de que te dediques a estudiar tus propias lecciones. Para aprender todo lo posible de las relaciones, tienes que concentrarte en tus propios problemas.
Actualmente es muy común  que la gente se queja de que su problema es que siempre "se equivoca" al escoger a otra persona. Aquí, el ego es muy insidioso. Trata de convencernos de que estamos asumiendo la responsabilidad del problema, cuando en realidad no lo hacemos más que en un grado mínimo. Como nuestra descripción del problema sigue señalando algún culpable, no puede sino llevarnos a una oscuridad más densa, no a la luz. "Sigo escogiendo a personas que no son capaces de asumir un compromiso": esta no es la percepción de una mente orientada hacia el milagro. Un planteamiento más inteligente sería: " ¿Hasta qué punto estoy preparado, en lo más profundo de mi ser, para dar y recibir amor de manera íntima y comprometida ? ". O bien: " ¿ Cómo puedo perdonarme el modo en que participé en su miedo o contribuí a generarlo ? ".
A veces parece como si estuviéramos enganchados: nos sentimos obsesionados o compulsivos en relación con otra persona. En este caso, es bastante seguro que, en algún nivel, no permitimos que ésa persona se desenganche. A pesar de la tentación de buscar fuera de nosotros tanto la fuente como la respuesta de un problema, adquiriremos una mentalidad orientada hacia el milagro si las buscamos dentro de nosotros. El precio que pagamos por no asumir la responsabilidad de nuestro propio dolor es no llegar a darnos cuenta de que podemos cambiar nuestras condiciones si cambiamos nuestros pensamientos. Independientemente de quién inició una interacción dolorosa, o qué parte del  error es atribuible al pensamiento del otro, el Espíritu Santo siempre nos ofrece la posibilidad de escapar completamente del dolor si buscamos refugio en el perdón. No es necesario que la otra persona participe conscientemente con nosotros en el cambio. " El que esté más cuerdo de los dos en ese momento - dice Un curso de milagros -  debe invitar al Espíritu Santo a la situación. No importa que la otra persona no comparta nuestra disposición a dejar que intervenga Dios. Todo  lo que necesitamos en la vida existe ya dentro de nuestra cabeza.
Una vez me encapriché con un homosexual. Quizá fuera irrazonable, pero no podía quitármelo de la cabeza. Cuando pedí un milagro, me dije a mí misma: " Marianne, estás obsesionada, y no te liberas de ello porque no quieres liberarlo a él Acéptalo como es. Déjalo libre de estar donde quiera, de hacer lo que desee hacer y con quien quiera hacerlo. Lo que falta aquí es lo que tú no das. Lo que te causa dolor es lo que tú le hace a él. Emocionalmente, tu ego está tratando de controlarlo, y por eso te  sientes controlada por tus emociones". Lo entendí, y cuando mentalmente lo dejé libre, me sentí  liberada.
VOLVER AL AMOR
MARIANNE WILLIAMSON.

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