Resumen de un Curso de Milagros
Michael Dawson
"Tal vez te sorprendas oír cuán diferente es la realidad de eso que ves". Nuestros sentidos nos comunican un mundo aparentemente real y verdadero. El Curso, no obstante, nos informa que pasamos el tiempo de sueño o de vigilia, soñando con una aparente separación e Dios. Nuestra verdadera naturaleza es, sin embargo, espiritual, como Dios nos creara, y así será eternamente. Se describe a Dios como perfecto, sin límites y sin forma, eterno y sin cambios, y así por consiguiente debe ser Su creación, el Cristo o Hijo de Dios. Nada de nuestro universo puede ser descripto por cualquiera de estas palabras y, por lo tanto, no puede haber sido creado por Dios. Nosotros somos ideas en la mente de Dios y, como ideas, no podemos dejar Su Mente. Esta perfecta unidad de Dios y el Cristo es el Cielo, y nada puede amenazarlo.
Por razones que no entendemos, un pensamiento de separación de Dios, que el Curso llama ego, entró en la mente colectiva de la Filiación. Esta idea., de la cual olvidamos reírnos, establecía que podríamos tomar el lugar de Dios y transformarnos en el Creador. La respuesta de Dios a esto fue la creación del Espíritu Santo en nuestra mente, para corregir esta "minúscula idea demente" de separación.
Al elegir no escuchar la Voz de Dios, sentimos un agobiante pesar por el pecado que creemos haber cometido. Desde esta perspectiva nos invade el sentimiento de culpa y de temor al castigo de Dios. Nuestra mente queda dividida en la mente equivocada del ego, la mente correcta del Espíritu Santo y el Hijo dormido de Dios (que decide) que ahora tiene que decidir a quién escuchar. El ego nos advierte que no vamos a sobrevivir a la ira vengativa de Dios, representada por la presencia del Espíritu Santo en nuestra mente. Muertos de miedo lo escuchamos y nos identificamos con el consejo del ego y proyectamos el pensamiento de separación fuera de la mente como una imagen. Esta imagen es el universo físico donde ahora nos podemos ocultar de nuestra culpa y de la ira de Dios.
El olvido cae sobre nuestra decisión y así es como este mundo ilusorio nos parece muy real. Pero todavía estamos a salvo en el Cielo, aunque estamos perdidos en el sueño del exilio. Tan fuerte es esta ilusión que no podríamos despertar sin la ayuda del Espíritu Santo. Nuestro cuerpo ahora nos parece una realidad y no el espíritu cuya visión se nos reveló. El ego nos enseña a negar nuestra culpa proyectándola en otros. Nuestra culpa, que no es más que el aborrecimiento de nosotros mismos, ahora parece creada por la gente y por circunstancias externas. Nos sentimos justificados por la ira que sentimos hacia los demás, y el atacarlos en defensa propia se transforma en una necesidad (relación de odio especial). Al sentir una gran carencia en nuestro interior obedecemos al ego, que nos aconseja encontrar algo que pueda satisfacer nuestras necesidades imaginarias: seguridad, sexo, dinero, carrera, etc. (relaciones espaciales de amor).
Para despertar de este sueño y recuperar la visión perdida, necesitamos deshacer nuestra creencia en la separación de Dios. El plan del Espíritu Santo para nuestro despertar se llama "Expiación" ( corrección de la percepción). Comenzamos a aprender que el mundo no es sino un espejo neutral para las creencias de nuestra mente.Ninguna persona, ningún hecho tiene el poder de darnos o quitarnos la paz interior. Cuando algo o alguien de "afuera" nos perturba, es porque solamente estamos viendo una proyección de alguna parte de nuestra mente que no está perdonada.
Si tenemos la "pequeña voluntad" de permitir que entre en nuestra mente el consejo que nos da el Espíritu Santo de perdonar, podremos empezar a deshacer la separación uniéndonos con otros.
Perdonamos quitando nuestras proyecciones del mundo, y luego trayéndolas de vuelta a la mente donde se originaron. Ahora tenemos la oportunidad de curar nuestra mente al dejar de juzgar el contenido de su ego. Es nuestro propio juicio el que impide que el Espíritu Santo cure la mente. La culpa exige castigo, no curación.
Cuando aprendemos a dejar de juzgarnos, permitimos que las nubes de culpa de nuestra mente se desvanezcan por la radiación del siempre presente amor del Espíritu Santo. Este cambio de percepción del mundo del ego de separación y ataque al consejo del Espíritu Santo de unión y perdón, es lo que el Curso llama "milagro". Cuando practicamos el perdón en nuestras relaciones, comenzamos a deshacer la culpa que en nuestra mente cubre la memoria del amor de Dios. Comenzamos a ver que no escapamos de la ira de Dios, sino del amor de Dios. Permitir que vuelva la conciencia del amor de Dios a nuestra mente, es lograr la desaparición del ego, y ése es nuestro temor más grande.
Las relaciones se transforman en clases en las que aprendemos a perdonarnos perdonando a otros (relaciones santas).
Jesús nos da el mejor ejemplo enseñándonos esta lección de perdón. Nos damos cuenta cada vez más de que cuando alguien nos ataca a través del miedo, realmente está pidiéndonos amor. De esta manera empezamos a permitir que el Espíritu Santo transforme nuestro mundo, que pasa de ser una prisión del ego a ser un ardid de enseñanza que nos despertará del sueño de la separación para posibilitarnos el acceso al mundo real de la visión.
Con el redespertar de la mente del conocimiento de quienes somos verdaderamente, andaremos por este mundo con perfecta paz, con una alegría interior que nadie ni nada nos podrá quitar. Ahora percibiremos a todos como nuestros hermanos y hermanas cuya realidad es eterno espíritu y a quienes extenderemos el amor del Espíritu Santo.
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