KRISHNAMURTI
A los pies del maestro


En este sendero se requieren cuatro cualidades:     
                                                                      DISCERNIMIENTO
                                                                      CARENCIA DE DESEOS
                                                                      BUENA CONDUCTA
                                                                      AMOR
Trataré de explicaros lo que el Maestro me dijo acerca de cada una de ellas.

                                                              I
                                         DISCERNIMIENTO


   La primera cualidad es el Discernimiento. Se denomina así, generalmente, a la facultad de distinguir entre lo real y lo ilusorio, y la cual quía a los hombres para entrar en el Sendero. Pero también es mucho más que esto, y debe practicarse no tan sólo en los comienzos del Sendero, sino en cada una de sus etapas, diariamente, hasta el fin. Vosotros entráis en el Sendero porque habéis aprendido que tan sólo en él pueden encontrarse las cosas dignas de ser alcanzadas. Los que no  saben esto trabajan para adquirir riqueza y  poder, pero esto dura a lo más una vida tan sólo y, por lo tanto, no es real. Hay bienes mayores, reales y perdurables, cuando los hayáis alcanzado, ya no desearéis jamás aquellos otros.


    En el mundo hay dos clases de seres: los sabios y los ignorantes. Esta sabiduría es la que nos interesa. La religión que un hombre profese, la raza a que pertenezca, importan poco; lo realmente importante es que los hombres conozcan el plan Divino. Porque el plan de Dios es la evolución. Una vez que el hombre realmente lo reconoce, no puede sino identificarse con sus designios y trabajar de acuerdo con él, porque es tan glorioso como bello. Así, conociéndolo, permanece al lado de Dios, firme para el bien y resistente contra el mal, trabajando para la evolución y no  por egoísmo.
    Si está al lado de Dios, está unido a nosotros, y no importa lo mínimo que se llame hindú o buddhista, cristiano o mahometano, ni que sea indio o inglés, chino o ruso.  Los que están al lado de Dios saben porqué están aquí y cuál es su misión y procuran cumplirla; los demás no saben todavía lo que han de hacer, y así obran a menudo erróneamente e intentan trazarse vías que imaginan placenteras sin comprender que  todos somos uno y que, por lo tanto, tan sólo lo que el Uno quiere puede ser verdaderamente agradable para todos. Ellos van en pos de lo   irreal, en vez de lo real. Hasta que aprendan a distinguir entre los dos, no se colocarán al lado de Dios, y,  para aprenderlo, discernimiento es el primer paso.
    Pero, aún después de efectuada la elección, debéis recordar que hay muchas variedades de  lo real y lo irreal, y por lo tanto debemos discernir también entre lo justo y lo injusto, lo esencial y lo accesorio, lo útil y lo inútil, lo verdadero y lo falso, lo egoísta y lo altruísta.
    Aquellos que, deseosos de seguir al Maestro, han resuelto servir a lo justo a toda costa, no hallan dificultad en la elección entre lo justo y lo injusto. Pero el cuerpo es distinto del hombre, y la voluntad del hombre no siempre coincide con el deseo del cuerpo. Cuando vuestro cuerpo desee algo, deteneos a pensar si vosotros realmente lo deseáis. Porque  vosotros sois Dios, y queréis únicamente lo que Dios quiere; así, debéis buscar profundamente en vosotros mismos para hallar el Dios interno y escuchar Su vos. No confundáis con vosotros mismos ni vuestro cuerpo físico, ni vuestro cuerpo astral, ni vuestro cuerpo mental, porque cada uno de ellos pretenderá ser el Yo, a fin de obtener lo que desea. Debéis conocerlos todos y reconoceros por su dueño.
    Cuando se ha de hacer un trabajo, el cuerpo físico quiere descansar, pasear, comer y beber; y el ignorante se dice a sí mismo: " Yo quiero hacer estas cosas y debo hacerlas. " Pero el sabio dice: " Lo que en mí desea no soy yo , y puedo  esperar. "  A menudo, cuando se presenta alguna oportunidad para ayudar a alguien, el cuerpo incita a pensar: " ¡ Qué molestia me causa esto ! Dejemos que otro lo haga. " Pero el hombre le replica a su cuerpo: " Tú no me estorbarás para practicar el bien. "

    El cuerpo es nuestro animal, el caballo en que cabalgamos. Por lo tanto, debéis fatigarlo; debéis alimentarlo tan sólo con comidas y bebidas puras, y llevarlo escrupulosamente limpio de la más leve mancha. Porque sin un cuerpo perfectamente limpio y sano no podríais llevar a cabo el arduo trabajo de preparación, ni podríais soportar el esfuerzo incesante. Pero vosotros debéis gobernar constantemente al cuerpo, nunca el cuerpo a vosotros.

    El cuerpo astral tiene sus deseos a docenas; él os inclina a la cólera, a la injuria, a la envidia, a la avaricia, a codiciar los bienes ajenos, a sumiros en la depresión. El cuerpo astral quiere todas estas cosas y muchas más, no porque desee perjudicaros, sino porque le gustan las vibraciones intensas, así como el cambio constante a ellas. Mas vosotros no necesitáis estas cosas, y por esto debéis saber distinguir entre vuestros deseos y los de vuestro cuerpo.

    Nuestro cuerpo mental desea pensar orgullosamente que es algo separado de lo demás; pensar dándose mucho valor a sí mismo y poco a  los otros. Aun cuando lo hayáis apartado de las cosas mundanas, persiste en especular sobre sí mismo, en incitaros a pensar en vuestros propios progresos, en vez de pensar en la labor de los Maestros y en ayudar a los demás. Cuando meditéis, tratará de haceros pensar en las diferentes cosas que él desea, en vez de pensar en lo que vosotros queréis. Vosotros no sois esta mente, sino que ella está a vuestro servicio, y así también en este caso es necesario el discernimiento. Debéis vigilar constantemente, so pena de fracaso.

profundamente

    Debéis saber distinguir lo importante de lo secundario. Firmes como una roca cuando de lo justo y de lo injusto se trate, dad siempre la razón a los demás en cosas de poca importancia. Porque debéis ser siempre amables y cariñosos, razonables y condescendientes; habéis de conceder siempre a los demás la misma libertad que necesitáis para vosotros mismos.

    Tratad de ver lo que es más meritorio que hagáis, y recordad que no debéis juzgar las cosas por su aparente grandeza. Es mucho más meritorio hacer una cosa mínima pero útil a la labor del Maestro, que otra de mayor apariencia de las que el mundo llama buenas.

    Debéis distinguir no tan sólo entre lo útil y lo inútil, sino entre lo más útil y lo menos útil. Alimentar a un pobre es bueno, útil y noble; pero alimentar su alma es todavía más noble y más útil que alimentar su cuerpo. Cualquier rico puede alimentar el cuerpo de un necesitado, pero tan sólo los sabios pueden alimentar su alma. Si sois sabios, vuestro deber es ayudar a otros en el logro de la sabiduría.

    No obstante, por sabios que seáis, tenéis mucho que aprender en este Sendero, y  por esto también en él es preciso el discernimiento. Debéis pensar cuidadosamente lo que es mejor que aprendáis. Todo conocimiento es útil, y llegará un día en que lo alcancéis; pero mientras tan sólo poseáis una parte, cuidad de que ésa sea la más útil.

    Dios es tanto Sabiduría como Amor, y cuanta más sabiduría alcancéis,  mejor podréis manifestar a Dios. Estudiad, pues; mas, en primer lugar, estudiad lo que os ayude a ayudar a los otros. Estudiad pacientemente, no porque los hombres os llamen sabios, ni aun por tener la dicha de serlo, sino porque tan sólo el sabio puede ayudar sabiamente. Por mucho que deseéis ayudar, si sois ignorante, podréis hacer más mal que bien.

    Debéis distinguir lo falso de lo verdadero; debéis aprender a ser verídicos en todas las circunstancias, en pensamiento, en palabra y en obra.

    Primero en pensamiento; y esto no es fácil, porque en el mundo hay muchos pensamientos falsos, muchas supersticiones tontas, y  nadie que esté esclavizado por ellas puede progresar. Así pues, no debéis sostener una idea precisamente porque otros la sostienen, ni porque se haya creído en ella durante siglos, ni porque esté escrita en algún libro que los hombres tengan por sagrado. Debéis pensar acerca de aquel asunto  por vosotros mismos, y juzgar si es razonable. Recordad que la opinión de un millar de hombres acerca de algún asunto que desconozcan no tiene ningún valor. Los que piensan hollar el Sendero deben aprender a pensar por sí mismos, porque la superstición es uno de los mayores males del mundo, una de las ligaduras de que totalmente debéis desembarazaros. 


    En lo tocante a los demás, vuestros pensamientos deben ser verídicos; no debéis pensar acerca de nadie lo que no sepáis. No supongáis que los demás  están siempre pensando en vosotros.


    Si un hombre hace algo que parezca perjudicaros, o dice algo que creáis que se refiere a vosotros, no penséis entonces: "Quiere ofenderme. " Probablemente ni siquiera piensa en vosotros, porque cada alma tiene sus propias tribulaciones y pensamientos, que flotan principalmente alrededor de ella. Si un hombre os habla colérico, no penséis: " Me odia, trata de herirme . " Quizá otra persona o alguna otra cosa lo han contrariado, y porque tropieza eventualmente con vosotros, descarga su cólera en vosotros. Él obra imprudentemente, porque toda clase de cólera es prueba de insensatez;  pero vosotros no os debéis formar de él un juicio equivocado.


    Cuando seáis discípulos del Maestro, podréis poner siempre a tono la pureza de vuestros pensamientos comparándolos con los Suyos. Porque el discípulo es uno con su Maestro, y debe procurar fundir su pensamiento con el Suyo y ver si  coinciden. Si no están a tono, su pensamiento no es recto, y debe variarlo inmediatamente, porque los pensamientos del Maestro son perfectos, puesto que Él lo sabe todo. Los que todavía no han sido aceptados por Él, no pueden hacerlo del todo; pero pueden ayudarse mucho deteniéndose a pensar a menudo: " ¿  Qué haría o qué diría el Maestro acerca de esto ? " Porque no debéis nunca hacer, decir o pensar lo que no podáis imaginar al Maestro haciéndolo, diciéndolo o pensándolo.


    Aún al relatar habéis  de ser verídicos, exactos y sin exageración.


    Nunca atribuyáis intenciones a otro; tan sólo su Maestro conoce sus pensamientos, y él puede estar obrando por razones de que no tenéis idea. Si oís que dicen algo en contra de alguna persona, no lo repitáis; podría  no ser verdad, y aun cuando lo fuese, es caritativo callar. Pensad bien antes de hablar, no sea que incurráis en inexactitudes.


    Sed verídicos en la acción; jamás pretendáis ser otro del que sois, porque toda pretensión sirve de impedimento a la pura luz de verdad que debe brillar a través de vosotros como la luz del sol brilla a través de un diáfano cristal.


    Debéis distinguir entre el egoísmo y el desinterés; porque el egoísmo se presenta bajo muchas formas, y cuando creáis que al fin lo habéis destruido en algunos de sus aspectos, surge en otro tan fuerte como siempre. Pero gradualmente os irá animando tan  por completo el pensamiento de ayudar a los de más, que no habrá lugar ni tiempo para pensar en vosotros mismo. 


    También debéis distinguir en otro sentido. Aprended a reconocer a Dios en todos los seres y en todas las cosas, prescindiendo del mal que puedan presenta en la superficie. Podéis ayudar a vuestros hermanos por medio de lo que tenéis de común con ellos, esto es, la Vida Divina. Aprended a despertarla y a vivificarla en ellos, así los salvaréis de lo falso.


                                                      II
                                       CARENCIA DE DESEOS



Hay muchos individuos  para quienes la cualidad "Carencia de deseos " es verdaderamente difícil, porque  sienten que sus deseos son ellos mismos, y que si desechan sus deseos peculiares, sus gustos y disgustos, dejará de existir su yo. Pero esto les sucede tan sólo a quienes no han visto al Maestro. A la luz de su Santa Presencia se extinguen todos los deseos, menos el de igualarse a Él. Sin embargo, antes que gocéis, de la felicidad de encontraros frente a frente con Él, podréis alcanzar, si queréis, la  " Carencia de Deseos ".

El Discernimiento os ha mostrado ya que las cosas que los hombres más desean, como la riqueza y el poder, no tienen valor alguno. Cuando esto no se dice tan solo, sino que se siente en verdad, cesa todo deseo de ellos. 
Así pues, todo eso es sencillo; sólo se requiere que lo comprendáis. Pero hay algunos que cesan de perseguir los bienes terrenales, con el fin de ganar el cielo o alcanzar la liberación personal del renacimiento; no debéis caer en este error. Si habéis olvidado al yo, no podéis pensar en la hora en que este yo sea libre o qué clase de cielo tendrá.  Recordad que todo deseo egoísta ata, por elevado que sea su objeto, y en tanto no os hayáis librado de él  no estaréis enteramente preparados para dedicaros a la labor del Maestro. 
Cuando hacéis todo el esfuerzo que podéis para ayudar, debe dar un resultado, tanto  si podéis verlo como si no; si reconocéis la manera de obrar de la Ley, sabéis que esto es así. Por esto debéis  obrar rectamente por amor a lo recto, no con esperanza de recompensa; debéis trabajar por amor al trabajo, no por la esperanza de ver el resultado; debéis entregaros al servicio del mundo, porque lo  amáis y no podéis dejar de entregaros a él.
No deséis poderes psíquicos; ya vendrán cuando el Maestro comprenda que debéis tenerlos. Además,  esforzarse en adquirirlos trae consigo, muy a menudo, gran perturbación; frecuentemente, a su podeedor le descarrían los falaces espíritus de la naturaleza, o se envanece y cree que él no puede caer en error; y el tiempo y el esfuerzo que emplea para alcanzar esos poderes podría emplearlos, de cualquier otro mpdp, en trabajar para los demás. Los poderes vendrán en el curso del desarrollo; deben venir; y si el Maestro ve que es útil que los tengáis antes, os enseñará a desarrollarlos sin peligro. Hasta entonces, estaréis mejor sin ellos.
Además debéis precaveros de ciertos pequeños deseos que son comunes en la vida diaria. No deséis jamás brillar o parecer superior en ningún sentido; no habléis mucho. Es mejor hablar poco; es mejor todavía callar, hasta que estéis seguros de que lo que vais de decir es verdadero, bueno y puede ayudar a otros. Antes de hablar, pensad cuidadosamente si lo que vais a decir posee estas tres cualidades; si no es así, no lo digáis.
Lo mejor es acostumbrarse desde el primer momento a pensar cuidadosamente antes de hablar,  porque cuando alcancéis la Iniciación debéis fijaros en cada palabra, no sea que digáis lo que no debe dicirse. Mucha habladuría vulgar es insensata y vana; cuando es chismosa, es maligna. Así, acostumbraos a escuchar,  mejor que a hablar, no expongáis opiniones, a menos que os las pidan directamente. En resumen; las cualidades son : saber oír, querer y callar; y la última es la más ardua de todas.
Otro común deseo que debéis reprimir severamente es el de inmiscuiros en los asuntos de los demás. Lo que otro haga o diga o crea, no es cosa vuestra, y debéis aprender a dejarlo completamente solo. Él tiene perfecto derecho al pensamiento, palabra y acción libres, mientras no se meta con otro. Así como vosotros reclamáis la libertad de hacer lo más conveniente, debéis concederle la misma libertad, y cuando la usufructúa no tenéis ningún derecho a ocuparos de él.  
Si pensaís que obra equivocadamente, y podéis hallar oportunidad de decirle privadamente y con la mayor delicadeza vuestra opinión, es posible, que lo convenzáis; pero hay muchos casos en que , aún de esta menera, la intervención sería  impropia. Nunca debéis hablar a una tercera persona acerca del asunto, porque ésta es una acción muy baja.
Si veis un caso de crueldad contra un niño o un animal, vuestro deber es defenderlos.  Si estáis encargado de instruir a otra persona, es vuestro deber reprender afectuosamente sus faltas. Excepto en semejantes casos, ocupaos de vuestros propios asuntos y ejercitad la virtud del silencio.





LA MENTE QUE NO MIDE
Ed. ERREPE
Cap.  La meditación es la expresión de la actividad diaria.



       La meditación implica vivir una vida diligente. La meditación no está separada del vivir cotidiano, no consiste en irse a vivir a un pequeño rincón y meditar por veinte minutos todas las mañanas, o todas las tardes o todas las noches... En la meditación no hay control, porque el controlador es lo controlado. En la meditación no actúa la voluntad, porque la voluntad es deseo. La voluntad es la esencia del deseo - " yo meditaré, yo practicaré esto día tras día ". En la meditación no existe esfuerzo en absoluto, porque no hay un controlador. La meditación implica percepción atenta y lúcida; implica percibir la tierra, la belleza de la tierra, la hoja muerta, el perro moribundo; implica percibir el medio que a uno lo rodea, percibir al vecino, los colores que uno viste, porque usa uno ese color, porque lleva ese rosario - implica estar atento a todo eso. Meditar es percibir la belleza del viento entre las hojas, darse cuenta de los propios pensamientos, de los sentimientos; o sea, estar atento sin opción ni preferencia alguna - simplemente estar atento. Eso intensifica nuestra sensibilidad - el observarlo todo diligentemente. Cuando uno dice que hará alguna cosa, hacerla, sin olvidar jamás lo que uno ha dicho. No decir algo que uno no quiere decir. Eso forma parte de la meditación. O sea, percibir los propios sentimientos, la condición de u no, las opiniones, los juicios, las creencias, de modo tal que es esa percepción no haya preferencia alguna - simplemente percibir la belleza de la tierra, de los cielos y de los mares. Cuando uno percibe de ese modo, hay atención. Atender no sólo a lo que dice quien les habla, sino prestar atención a lo que nos dicen nuestra esposa, o nuestro marido, o nuestros hijos; a lo que nos dicen los políticos - con sus embustes, su búsqueda de poder, de posición. Cuando uno está así de profundamente atento, no hay un centro como el " yo " que atienda. Eso también es meditación . 


       Entonces , si se ha llegado tan lejos, si la  mente ha avanzado hasta ahí, uno se pregunta qué es la religión. La religión no es ninguna de las cosas que ustedes tienen - los templos y el contenido de los templos, el puja,  los tirupatis, las iglesias - todo eso no es religión. Los rituales, las creencias, son un   producto del pensamiento, que es un proceso material; y ustedes adoran lo que el pensamiento ha creado, o sea, lo que ustedes mismos han creado.  ¿ Se han dado cuenta de que todos los rituales, todos esos dioses los han creado ustedes a causa del miedo, de la necesidad que tienen de sentirse seguros ? Ya sé que no están de acuerdo con esto, pero préstenle atención. Ustedes seguirán haciendo lo mismo, porque sus mentes están condicionadas, atemorizadas y necesitan alguna clase de seguridad;  pero un hombre religioso no pertenece a ningún grupo, a ninguna religión, no tiene ninguna creencia porque su mente es libre. La inteligencia es la más alta, la suprema forma de seguridad fundamental - no la inteligencia del astuto pensamiento. Existe la inteligencia de la compasión; en esa inteligencia no hay dudas, ni incertidumbre ni temor. Esa inteligencia es algo inmenso y universal. Y donde hay atención, hay silencio . Si ustedes atienden ahora a lo que dice quien les habla, atienden con sus oídos, con sus ojos, con sus nervios, con la totalidad del cuerpo;  si atienden de ese modo, entonces, es esa calidad de atención hay silencia, un insondable silencio. Ese silencio no ha sido tocado jamás por el pensamiento, y sólo entonces adviene aquello que el hombre ha buscado desde tiempos inmemoriales, algo sagrado, algo innominado, supremo. Es sólo esa mente que está tan completamente libre de todos lo afanes de la vida, es sólo una mente así la que puede encontrar lo supremo. Eso significa meditación, que es la expresión de la actividad cotidiana.




                                                                                                                                   Madrás,
                                                                                                                 2 de enero de 1983