Natalia Gonchavoba - Peacock in the bright sun - |
Estrictamente hablando, no nos comunicamos, permitimos que se produzca la comunicación.
La Paz ( no los intentos de cambiar, empequeñecer, superar, violar o demostrar ) abre los canales de la comprensión y la aceptación. La comunicación real es dar un paso atrás y abandonar el esfuerzo por "demostrar algo ". Es un momento de descanso de las necesidades. Este amable contento permite que extendamos nuestros pensamientos hacia los otros, dando simultáneamente la bienvenida a los pensamientos de los demás.
Toda imagen propia, sostenida rígidamente en la mente, interfiere en la relación natural. Un deseo de manipular contiene el pensamiento: " Éste es tu modo de ser y yo quiero que cambie ". No podemos orquestar nuestro comportamiento y seguir viendo claramente con quién estamos hablando.
Enunciados llenos de orgullo, cumplidos calculados, talento verbal usado para separarnos, palabras " amables " motivadas por la culpa, agresiones, frases controvertidas, crítica "constructiva " y preguntas que intentan destacar el error de los demás no son comunicación real porque no pueden ser completamente compartidas.
Estas actitudes no acogen con total felicidad el punto de vista del otro. Tanto como podamos, debemos permitir que un sentimiento de ecuanimidad suavemente iluminado envuelva a ambas partes. Elegimos así la alegría y la libertad.
Al menos, reconocemos que la otra persona no nos debe nada. La integridad no alberga exigencias.
La respuesta del ego al conflicto verbal es buscar rápidamente argumentos para estar en lo cierto. Esto puede producir una sensación pasajera de poder, pero sólo en una de las partes de la relación. Es una sensación que no puede ir acompañada de un sentido de unión y el aparente "agrandamiento " de nuestro ego pronto evidencia su pequeñez ante un universo con el cual estamos ahora en oposición. Si sientes un pequeño aguijón de ansiedad al comenzar a hablar, has definido al otro como desconectado de ti mismo.
Recuerda que tu cuerpo no tiene por qué expresar desigualdad.
La respuesta tampoco es el acuerdo verbal, porque puede ser, y muchas veces lo es, sólo superficial. No hay dos egos que puedan estar en acuerdo completo. La promesa de un intercambio no se cumple si arbitrariamente adoptamos una postura diferente. No obstante, si toda vida emana del Amor, ¿ Hay algo que verdaderamente se nos oponga ?
Sin duda parece haber muchos obstáculos y callejones sin salida en el camino hacia nuestra seguridad y felicidad. Pero, ¿ qué podría interceptar la luz si todo es Luz ? Ambas percepciones de la realidad no pueden ser exactas. Nuestro trabajo es elegir una de las dos: resolvemos creer en la inocencia o seguimos albergando culpa.
La comprensión y la aceptación del Amor están en cada uno de nosotros. Siempre hay una manera de llegar a verlo, un modo de tener fe en que si podemos percibir a los demás a través de los ojos de lo Divino, podríamos reconocernos a nosotros mismos en ellos. La Unión es discernir lo familiar en el otro. Nuestro objetivo es simple: al conversar buscamos una experiencia, no sólo un intercambio intelectual. Deseamos dar y recibir alegría y comprensión. La forma verbal que se adopte en realidad carece de importancia.
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Intentar corregir a otros es insistir en que, por el momento, lo único que vemos en ellos son sus errores. El Universo no contiene errores y nuestra insistencia en negarlo nos deprime. En cambio, nos concentramos en un intercambio de amor y dejamos de lado la expectativa de ser tratados con respeto. Amablemente renunciamos a sentirnos incomprendidos o tratados injustamente.
Silenciosamente, nos unimos al espíritu del que está frente a nosotros, que es una parte de Dios y por lo tanto de nuestro Ser. Esperamos la comunicación eterna que siempre despierta en nuestra conciencia, sabiendo que se hará evidente cuando hayamos preparado un lugar calmo dentro de nosotros donde pueda ser escuchada.
Un enfoque útil de la comunicación no difiere de una actitud práctica hacia cualquier situación o condición. La calma funciona, la agresión no. Si estuvieras orando y un pensamiento de enojo cruzara por tu mente, no postergarías tu comunión con Dios enredándote en un análisis del mismo o en una extensa refutación. Simplemente lo pondrías a la luz del día y rápidamente dirigirías tu atención nuevamente a dios. Cuando estamos con otro, estamos potencialmente en un estado de plegaria con Dios. Por ello no podemos esconder nuestro pensamientos a nuestra propia mirada y seguir conectados con los que nos rodean.
Eso no significa que seamos "honestos " con la corriente siempre cambiante de pensamientos y actitudes mezquinas de nuestro ego. Más bien somos honestos con la relación. Los amigos saben qué decirse y qué no decirse mutuamente.
Probablemente hayas tenido la experiencia de forjarte la imagen de alguien y, al conocerlo, darte cuenta de que esa imagen era incorrecta. Las percepciones se apoyan en gran medida en una actitud, y todos hemos tenido la experiencia de ser vistos a través de la percepción de un otro. Aun cuando hemos cambiado, esa persona sigue viéndonos como éramos o como siempre pensó que éramos.
Creemos lo que queremos creer, pero también vemos lo que creemos. La elección opera en el nivel del deseo. Somos libres de creer lo que está ocurriendo en Verdad o de fabricarnos una interpretación. Pero una vez que la elección ha sido hechas, nuestro deseo se refleja casi automáticamente en el exterior.
Cuando la mente parece estar comprometida con deseos ociosos, en realidad está ejercitando un conjunto particular de creencias. Esto se transforma en la callada afirmación de cómo queremos que nuestra vida sea. Por ejemplo, tal vez fantaseamos conversaciones para producir el sentimiento de que nuestra posición es correcta. Estar en lo " correcto " es el regalo que nos ofrece el ego por pasar de la confianza al recelo, de la Unidad a la separación. Pero al hacerlo también nos alejamos de Dios y de nuestro Ser.
Una manera de tratar con esta tipo de actividad mental errada es preguntarse: " Qué quiero creer acerca de mis relaciones actuales ? ". Porque lo que creemos es lo que experimentamos. ¿ Queremos una vida de enfrentamientos ? ¿ Queremos nuevas oportunidades de venganza personal ? Nuestra elección de repasar incidentes pasados y de imaginar incidentes futuros afirma que es eso lo que deseamos. Al reconocer que hemos elegido equivocadamente, volvemos a elegir. Esta vez liberamos a los otros de su papel de victimarios y a nosotros de nuestro papel de víctimas. Y podemos hacer la misma elección en medio de una confrontación actual. Simplemente dejamos de estar a la defensiva. Dejamos de definir las intenciones y motivos del otro, sabiendo que es sólo Dios el que asigna a cada uno su papel. En cambio, permitimos que se expanda una bendición sobre todo lo que vemos y sobre las palabras que escuchamos. Y esperamos, en Amor, que nos sea dada una nueva apreciación de la conversación.
Porque reconocemos que percibimos una relación como un problema, nuestro primer paso es deshacer el orden que hemos impuesto a los componentes de la relación. Debemos renunciar al modo en que hemos establecido las cosas antes de poder encontrarnos en posición de ver una nueva organización de las partes. El modo en que hemos clasificado a los otros impide encontrar una solución a las dificultades que tenemos con ellos. De modo que prescindimos de nuestras descripciones y reconocemos que sería mejor que estuviéramos equivocados. Dirigiéndonos a Dios, expresamos con total honestidad que somos incapaces de instruirnos a nosotros mismos respecto de cómo responderle a esta persona, luego escuchamos atentamente la Respuesta amable del Amor. Escucharemos la Respuesta siempre que nos tornemos tan tranquilos como la Respuesta misma
La regla del éxito en la comunicación es intentar compartir sólo ideas que puedan ser pacíficamente recibidas por el otros. Cuando reconocemos que nada se logra intentando corregir al otro, nuestro ego se retira y adopta otra posición: " Estoy dispuesto a perdonarlo, pero él sigue juzgando todo lo que hago ". Ahora sugiere que de algún modo la otra persona debería darse cuenta de lo que estamos tratando y hacer lo mismo.
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Perdonar la falta de perdón es tan simple como perdonar cualquier otro error. Tú tienes la cooperación más profunda de esa persona , y el milagro que te aguarda siempre depende de esta verdad. Tú y yo no somos especiales porque conocemos unos pocos conceptos espirituales. Somos iguales a todos los demás a los ojos de Dios y nos ha sido dada libertad sin límites. Sin embargo, saber lo que es necesario hacer carece de sentido a menos que lo hagamos.
Nunca tendremos la cooperación externa indivisa de un otro, porque ver a otro como exterior es creer que su interés no puede ser igual al nuestro. La solución es dejar de pelear contra esa apariencia, no importa qué forma adopte, buscar mentalmente el Ser más profundo del otro. Si en nosotros hay un Lugar de Calma, lo hay también en los demás. El Amor reconoce a los suyos. El Amor percibe un conjunto de intereses comunes porque mira más allá de la conducta, más allá de la historia personal, en el impulso de bondad que nos une a otros desde adentro. Aun cuando no haya cambio aparente en la relación, hemos convocado silenciosamente la presencia del Amor dentro de la otra persona. Esto afirma la Verdad, y algún día responderá a nuestro llamado.
El brillo de Dios ilumina. Es la luz que ilumina la oscuridad y nos da la bienvenida al Hogar. En todos nuestros amigos hay un Amigo. Éste es el amable consuelo que buscamos. Nos engañamos cuando sólo nos concentramos en mejorar la situación exterior. No busques otra confirmación excepto un aumento de la sensación de la presencia de Dios. Y esto siempre se recibe en calma. Acompaña a nuestro deseo de paz, sostenido amorosamente en la mente y extendido a todo. Nos estamos ocupando de reunir nuestras partes dispersas. Nuestra visión ha sido conmovida, pero no lo ha sido nuestra Unidad. Cada persona con la que nos encontramos parece tener un trozo de nosotros que habíamos perdido. Se une a nosotros en el momento en que lo admitimos. Y el amor es el camino para percibirlo.
Hugh Prather
Brillar o no brillar