LA ÚNICA DEFENSA
La Expiación, pues, resulta ser la única defensa que no es
una espada de dos filos. Tan solo puede sanar.
                                          T: w . II. 4. 8 - 9

    La manera más extraordinaria de procesar todo aquello que acarrea culpa está claramente descrita al final del Capítulo 5 de Un curso de milagros, en la Sección VII. Ahí se nos explica que tenemos que llevar nuestra mente al momento en que la decisión errada se tomó. Obviamente, no podrás recordar el momento exacto de muchas de las decisiones erradas que has tomado, pero puedes intentar llevar la mente lo más cerca de ese momento. Y, como está dirigiendo a algo específico, te plantará batalla, pues no le gusta para na da que se la dirija o que haya alguna interferencia en su continuo divagar, en la inercia en la que se encuentra.
    Mas tu intención de querer encontrar ese momento, o lo más aproximado, se impondrá, pues aunque no lo recuerdes, eres el soberano de tu mente. Una vez encuentres el momento en el que tomaste la decisión errada lo sabrás, y entonces se la entregas a la Expiación en paz.
Si sigues estos pasos, experimentarás  "en vivo" cómo la Expiación llega hasta ti y te envuelve. En ese momento experimentas tu eterna inocencia. Es una experiencia inolvidable,  inefable. Mas no es que lo que pasó se olvide. Lo que sucede es que la percepción de ello queda transformada, y eso es lo que te libera de la culpa ocasionada por la decisión errónea, pues ya no hay  "causa" de la que el ego se pueda valer para hacerte pagar con dolor por tu error.
    No podemos renunciar al hecho de tener que tomar decisiones, aunque sabemos que es una  "carga" como muy bien dice el Curso. Mas la gran ventaja de tomar toda decisión con el Espíritu es que ninguna de ellas nos provocará culpa. Mientras sigues adelante por este camino te darás cuenta de que al final eso es lo que hay que sanar: la culpa. Y no es que la culpa sea real. Dios no la creó, por lo tanto, no existe. Pero eso no quita que la experimentes aquí. Cada vez que el aguijón de la culpa se presente para torturarte, es obvio que algo pasó que no fue motivado por el Amor. Algo pensaste, dijiste o hiciste que Dios no hubiese... y el ego se asegurará que experimentes culpa y sufras por lo que "hiciste".
    Saber que la culpa no es real es solo la base sobre la que puedes, entonces, procesar lo que sea que  haya provocado culpa en ti. Y esto requiere nuevamente "la tarea de ir a buscar en tu interior", preguntándote a ti mismo, "¿De qué me siento culpable?" La mente te lo dirá de inmediato, pues no puede sino responder a cualquier petición que le hagas. Hay personas que habiendo leído el Curso, saben  que la culpa no es real,y lidian con ella cuando surge, negando su existencia, y hasta ahí llegan.
    Un ejemplo de esto es algo que le ocurrió a una amiga que en una de las dinámicas de perdón que tiene lugar en los seminarios que imparto, recordó las muchas veces que había castigado a su hijo corporalmente y la falta de paciencia que tuvo con él. Rompió en llanto y no parecía que pudiera haber consuelo para ella. Otra persona, estudiante del Curso también, se le acercó y, cuando mi amiga le dijo lo que estaba pasando, ella le respondió que no tenía porqué sentirse culpable, pues la culpa no era real. Y esto es cierto. Pero la culpa no puede sanarse solo con escuchar estas palabras o leerla. No obstante, son la base desde la que, entonces, podemos procesarla; primero, reconociendo qué fue lo que hicimos o no hicimos que la provocó, y después, entregándole al Espíritu la decisión equivocada que nos llevó a actuar sin amor. Esto es lo  que significa procesar la culpa con el Espíritu. Y puede ser eliminada, precisamente, porque no es real.
    Valerte de ese  entendimiento sirve para que te atrevas a buscar sin temor la fuente de cualquier sentimiento de culpa que esté experimentando. Y como tememos a "ese castigo atroz que seguro nos espera" y que el ego utiliza para mantener nuestra alianza voluntaria con él, entonces hará todo lo que pueda para evitar que veas la culpa que está acumulada en tu mente y, sobre todo, que se la entregues a la Expiación. El mismo Curso afirma que si tienes culpa, indudablemente actuaste sin amor ante una de las creaciones de Dios. La culpa  tiene que ser reconocida y procesada.
Si cometemos errores, no podemos escaparnos de la culpa, pero siempre podremos, con la ayuda del Espíritu, procesarla y, de este modo, cancelar todas sus consecuencias. Hay quienes argumentan que  esto es como dar licencia o carta blanca a que la gente pueda hacer lo que se les antoje, ya que luego lo pueden procesar con el Espíritu. Lo cierto  es que al reconocer nuestra inocencia, nuestros actos se verán determinados por decisiones que estarán en armonía con la verdad. Y, aunque nos equivoquemos, hay algo en nosotros que es más fuerte que el ego y, al final, vamos a querer actuar en congruencia con lo más sublime que hayamos entendido y, por tanto, querremos limpiar nuestra mente para que se vuelva el reflejo de la verdad de la que forma parte y de la inocencia que está implícita en ella.
Cada vez que tomo una decisión por mi cuenta, inevitablemente experimento el dolor y el malestar que la culpa provoca. Así que la única salida que tengo es pasar por el proceso de tener que admitir que me dejé engañar porque así lo quise y que, en consecuencia, actué a sabiendas y ello me quitó la paz. Admitir esto no es nunca fácil, pero, después de años de estar en este camino, lo hago cada vez más pronto, pues la pérdida de la paz y el desasosiego asociado por haber actuado por debajo de lo que soy en verdad, me resulta intolerable. Y va en contra de mi decisión de ser feliz.
    Saber que ya he sido perdonada es lo que más me ayuda a querer limpiar todo lo que me provoca culpa y me quita la paz, así como a mantener mi compromiso con la impecabilidad y  a actuar siempre desde el lado del Amor en todo. Ello habla de la eterna Promesa que nos hizo el Padre y la que nosotros le hicimos a Él. Y también de nuestra Inocencia, la cual nada pudo jamás mancillar. No hay nada que esté exento del perdón, nada. Y entender esto me hace querer caer de rodillas y dar gracias infinitas a mi Padre.
Ante cualquier tentación que te asedie, de la clase que sea, clama de inmediato por la Expiación, y Ésta vendrá a ti y te cubrirán con santo manto hasta que retornes a tu cordura. La tentación es la idea demente de que algo nos  puede dar más de algo, por ejemplo, "más placer"; y así caemos en el engaño  y tomamos una decisión errada, pensando que  vamos a tener "más" de ese algo que creemos que nos va a satisfacer. Sin embargo, lo que nos traerá es culpa, pues es esta la que nos tienta. La culpa es el arma favorita del ego y toda decisión errada se toma a instancias de él, pero lo más insidioso es que él solo castiga a los que lo obedecen.
    La Expiación es nuestra única defensa. Y, como ya dije, es el concepto más importante del Curso. La causa de todo sufrimiento y del dolor es la "culpa original" que sentimos al haber creído que "abandonamos" a nuestro Padre y, de ahí, todo lo que hemos hecho desde el no-amor. La Expiación fue la solución, pues "expía" por el pecado que el Hijo cree haber cometido. No tengo palabras para expresar lo que el entendimiento de lo que es la Expiación ha supuesto en mi vida y la gratitud profunda que siento por este regalo de Dios.

La aceptación de la culpabilidad en la mente del Hijo de dios
fue el comienzo de la separación, de la misma manera en que la
aceptación de la Expiación es su final. El mundo que ves es el
sistema ilusorio de aquellos a quienes la culpa ha enloquecido.
                                                                     T.13.Intro.2.1-2

Rosa María Wynn
El Aprendiz Impecable
Reflexiones sobre 
Un Curso de Milagros
Ed. EL GRANO DE MOSTAZA

0 comentarios :

Publicar un comentario