Giacomo  Balla . Iridescent interpenetration Nº 5 Eucalyptus 1914
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La condición natural de la mente es una de abstracción total.  Mas una parte de ella se ha vuelto antinatural. No ve todo como si fuese uno solo, sino que ve únicamente fragmentos del todo, pues sólo de esa manera puede forjar el mundo parcial que tú ves. El propósito de la vista es mostrarte aquello que deseas ver . Todo lo   que oyes le trae a la mente únicamente los sonidos que ésta desea oír.
Así fue como surgió lo concreto. Y ahora son las cosas concretas las que tenemos que usar en nuestras práctica. Se las entregamos al Espíritu Santo, de manera que Él las pueda utilizar para un  propósito diferente del que nosotros les conferimos. Él sólo se puede vales para instruirnos, de  los que nosotros hicimos, pero desde una perspectiva diferente, a fin de que podamos ver otros propósito en todo.
Un hermano es todos los hermanos. Y en cada mente se encuentran todas las mentes, pues todas las
mentes son una. Ésta es la verdad. No obstante,      ¿ aclaran estos pensamientos el significado de la creación ? ¿ Te brindan estas  palabras perfecta claridad ? ¿ Qué parecen ser  sino  sonidos  huecos, bellos tal vez, correcto en el sentimiento que expresan aunque fundamentalmente  incomprendidos e incomprensibles ? La mente que se enseñó a sí misma a pensar de manera concreta ya no puede aprehender la abstracción en el sentido del abarcamiento total que ésta representa.  Necesitamos poder ver un poco para poder aprender mucho.
Nos parece que es el cuerpo el que coarta  nuestra libertad, el que nos hace sufrir  y el que  finalmente acaba con nuestras vidas. Sin embargo, los cuerpos no son sino símbolos de una forma específica de miedo. El miedo desprovisto de símbolos no suscita respuesta alguna, pues los símbolos pueden representar lo que no tiene sentido. El amor, al ser verdad, no tiene necesidad de símbolos. Pero el miedo, al ser falso, se aferra a lo concreto.
Giacomo Balla Inridescent Compenetration 
Los cuerpos atacan; las mentes no. Este pensamiento nos hace pensar sin duda en el texto, en el que se subraya con frecuencia. Ésta es la razón por la que los cuerpos se convierten tan fácilmente en símbolos del miedo. Se te ha instado en innumerables ocasiones a que mires más allá del cuerpo, pues lo que éste ve es el símbolo del "enemigo" del amor que la visión de Cristo no ve. El cuerpo es el blanco del ataque, ya que nadie piensa que lo que odia sea una mente. Sin embargo, ¿ qué otra cosa podría ser la sede del miedo sino  lo que piensa en el miedo ?
El odio  es algo concreto. Tiene que tener un blanco. Tiene que percibir un enemigo de tal forma que éste se pueda tocar, ver, oír y finalmente matar. Cuando el odio se posa sobre algo, exige su muerte tan inequívocamente como la Voz de Dios proclama que la muerte no existe. El miedo es insaciable y consume todo cuanto sus ojos contemplan, y al verse a sí mismo en todo, se  siente impulsado a volverse contra sí mismo y destruirse.
Quien ve a un hermano como un cuerpo lo está viendo como el símbolo del miedo. Y lo atacará, pues lo que contempla es su propio miedo proyectado fuera de sí mismo, listo para atacar, y pidiendo a gritos volver a unirse a él otra vez.  No subestimes la  intensidad de la furia que puede producir el miedo que ha sido proyectado. Chilla de rabia y da  zarpazos en el aire deseando  frenéticamente echarle mano a su hacedor y devorarlo.
Esto es lo que contemplan los ojos del cuerpo en uno que el  Cielo tiene en gran estima, los ángeles aman y Dios creó perfecto. Ésta es su realidad. Y en la visión de Cristo su hermosura se ve  reflejada de una manera tan santa y tan bella que apenas podrías contener el impulso de arrodillarte a sus pies.  Mas en lugar de ello tomarás su mano, pues tú eres semejante a él  en la visión que lo ve así. El ataque que lanzas contra él es lo que es tu enemigo, pues te impide percibir que en sus manos está tu salvación.

Study for Iridescent Interpenetration G. Balla

Pídele únicamente eso y él te la dará. No le pidas que sea el símbolo de tu miedo.  ¿ Pedirías acaso que el amor se destruyese a sí mismo ? ¿ O preferirías que te fuese revelado y que te liberase ?
Hoy vamos a practicar de una manera que ha hemos intentado antes. Ya estás más preparado, y hoy te acercarás más a la visión  de Cristo. Si te propones alcanzarla, hoy lo lograrás. Y una vez que la hayas alcanzado, no estarás dispuesto a aceptar los testigos que convocan los ojos del cuerpo. Lo que verás te traerá con su cántico el recuerdo de melodías ancestrales. El Cielo no se ha olvidado de ti. ¿ No te gustaría acordarte de él ?
Selecciona a un hermano para que sea el símbolo de los demás y pídele la salvación. Visualízalo primero tan claramente como puedas, de la misma manera en que estás acostumbrado a verlo. Observa su rostro, sus manos, sus pies, su ropa. Obsérvalo sonreír, y ve los gestos que le has visto hacer tan a menudo que ya te resultan familiares. Luego piensa en esto:  lo que estás viendo ahora te impide ver a aquel que te puede perdonar todos tus pecados, arrancar con sus sagradas manos los clavos que atraviesan las tuyas y quitar de tu ensangrentada frente la corona de espinas que tú mismo te pusiste. Pídele lo siguiente para que él pueda liberarte :

Dame tu bendición , santo Hijo de Dios. Quiero con-
templarte con los ojos de Cristo, y ver en ti mi 
perfecta impecabilidad.

Y Aquel a Quien has invocado te responderá. Pues oirá en ti la Voz que habla por Dios y te responderá con la tuya. Contempla ahora a aquel que tan sólo habías visto como carne y hueso, y reconoce que Cristo ha venido a ti. La idea de hoy es la manera de escaparte del miedo y de la ira. Cerciórate de repetirla inmediatamente en caso de sentir la tentación de atacar a un hermano y de percibir en él el símbolo de tu miedo. Y lo verás cambiar súbitamente de enemigo a salvador;  de demonio al Cristo.

LECCIÓN 161
Dame tu bendición, santo Hijo de Dios.
Libro de ejercicios
Fundación para la paz interior
UCDM

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