Tamara  Lempicka
Retrato de Ira P. (1930)
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La percepción es una función del cuerpo, y, por lo tanto, supone una limitación de la conciencia. La percepción ve a través de los ojos del cuerpo y oye a través de sus  oídos. Produce las limitadas reacciones que éste tiene. El cuerpo aparenta ser, en gran medida, auto-motivado e independiente, mas en realidad sólo responde a las intenciones de la mente. Si la mente lo utiliza  para atacar, sea de la forma que sea, el cuerpo se convierte en la víctima de la enfermedad, la vejez y la decrepitud. Si la mente, en cambio, acepta el propósito del Espíritu Santo, el cuerpo se convierte en un medio eficaz de comunicación con otros  - invulnerable mientras se le necesita - que luego sencillamente se descarta cuando deja de ser necesario. De por sí, el cuerpo es neutro, como lo es todo en el mundo de la percepción. Utilizarlo para los objetivos del ego o para los del Espíritu Santo depende enteramente de lo que la mente elija.

Lo opuesto a ver con los ojos del cuerpo es la visión de Cristo, la cual refleja fortaleza en vez de debilidad, unidad en vez de separación y amor en vez de miedo.  Lo opuesto a oír con los oídos del cuerpo es la comunicación a través de la Voz que habla en favor de Dios, el  Espíritu Santo, el cual mora en cada uno de nosotros. Su Voz nos parece distante y difícil de oír porque el ego, que habla en favor del yo falso y separado, parece hablar a voz en grito. Sin embargo, es todo lo contrario. El Espíritu Santo habla con una claridad inequívoca y ejerce una atracción  irresistible. Nadie puede ser sordo a Sus mensajes de liberación y esperanza, a no ser que elija identificarse con el cuerpo, ni nadie puede dejar de aceptar jubilosamente la visión de Cristo a cambio de la miserable imagen que tiene de sí mismo.

UCDM
PREFACIO
Foundation for Inner Peace

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